Como vulgares mercaderes, todos los representantes de los grupos
parlamentarios, piden, ofrecen, exigen su parte de tajada del pastel
constitucional.
Resulta patética la penosa imagen que ofrecen en torno a un texto que en
una Democracia debería ser sagrado y como tal respetado, pero lo que resulta el
súmmum de la osadía y el cinismo más vulgar es pretender retocar la Magna Carta
sin preguntar a todos los españoles, mediante referéndum, qué opinamos de
dichos cambios y si estamos o no de acuerdo.
Que
dos representantes políticos, que fueron elegidos para gestionar el país, se
otorguen el poder de cambiar el marco en que ha de moverse España resulta no sólo
bochornoso, sino tan patético como vergonzoso.
1 comentario:
Olé papa!
Publicar un comentario