En septiembre de 2010 sobre la película “Habitación en Roma”, de Julio Medem, escribí un comentario titulado “La poética de Medem se queda sin fuelle” en la que, entre otros elementos, cuestionaba la interpretación de sus protagonistas y exponía textualmente:
“El primer error es la interpretación de las protagonistas, una esforzada Elena Anaya que intenta dotar de fuerza a su personaje a través de la expresión facial y del movimiento corporal, pero que no siempre acierta con ello, y una vulgar y pésima Natasha Yarovenko, incapaz de mostrar ninguna emoción con su rostro y limitándose a lucir su buen cuerpo. Las historias que se cuentan sobre sus vidas, las mentiras, anécdotas, tragedias, a lo largo de la noche avanzan de manera artificiosa sin transmitir el mínimo de empatía al espectador y Medem filma todo ello dando mucho valor a la relación física, que en el fondo es la que hace funcionar esta historia, y haciendo de la relación emocional un pestiño cargado de impostura”
Reviví mentalmente ese momento cuando descubrí que para los premios Goya de 2011 la Academia de Cine de España decidía estas nominaciones.
Mejor Actriz revelación. Natasha Yarovenko por Habitación en Roma
Algo antes, y también en 2010, sobre “El Baile de la Victoria”, de Fernando Trueba, comenté, bajo el titulo “Ridículo absoluto potenciado por la memez del director”:
“Acabo de asistir al penoso espectáculo que me ha parecido en todo su conjunto “El baile de la Victoria”, donde algunos de los elementos básicos de una película han confluido aquí para pertrechar este penoso espectáculo, comenzando por esa especie de guion, la interpretación, la música y sobre todo la dirección (ayudado por el montaje)”
Curiosamente para los futuros premios Oscar de aquel año la noticia era:
“La película de Fernando Trueba titulada El Baile de la Victoria fue elegida por la Academia de Cine de España para representar a España en la próxima edición de los Oscar de Hollywood”
Es evidente la discrepancia que existe entre los miembros que componen la Academia de Cine de España y mi manera de entender el cine, y aunque estaría dispuesto a matizar (y hasta suavizar) algún comentario excesivo, las decisiones que a veces toma son más penosas que algunas de las películas a las que representa. Afortunadamente, entre tanta batiburrillo de subvenciones y estómagos agradecidos, que anulan el espíritu de superación para crear cine, hay elementos aislados que dotan con su cine de la dignidad y calidad que aquellos espectadores deseosos de buen cine español necesitamos.
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