En
un suceso tan mediático como el de Marta del Castillo, donde las noticias de
impacto se suceden vertiginosamente, esta noticia sería una más, pero no pude
evitar ver en la decisión tomada por la justicia en ese día concreto un último
intento de conseguir encontrar el cuerpo de Marta.
Durante
la semana 42 del mes de octubre de 2011 los principales encausados en el
homicidio (como dicen por aquí) de Marta han ido contando sus historias sin
querer aceptar que ninguno conoce dónde dejaron el cuerpo. En este país, de
justicia extraña, en que resulta incomprensible entender que todo un aparato de
estado sea incapaz de conseguir (dentro de la legalidad, como no) que cuatro niñatos
confiesen algo que saben y que aliviaría, en parte, ese inmenso dolor causado a
unos padres, sólo el tema del dinero consigue mover conciencias.
Como
menor que es, el apodado El Cuco, sus padres serán responsables, a lo largo de sus
vidas, de abonar esos 414.910 euros y, aunque sean insolventes, esa espada de Damocles
les perseguirá, junto al recuerdo mediático de ser los desafortunados padres de
quien son. Ese tal Cuco debe declarar en
breve y la última esperanza es que, como
ya no tiene nada que perder, después de haberle tocados el bolsillo a sus
padres de por vida, éstos le convenzan para que confiese donde está el cuerpo
de Marta. Sería un gesto de humanidad de alguien que parece la perdió hace
mucho.
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