A
veces ocurre que el presunto delincuente se mueve dentro de la legalidad y el ciudadano
honesto bordea la ilegalidad. El presidente de la SGAE, Teddy Bautista, parece
ser que tiene unos emolumentos anuales de 323.000 euros y cobrará, cuando se
jubile, una pensión de más de 24.500 euros, todo ello con la bendición de quien
en este país hace estas leyes y las aplica sin sonrojo. El trabajo de este señor,
para percibir tamaño emolumento, consiste en algún que otro despropósito, como
vigilar que todo aquel que compre un CD, para guardar las fotos del veraneo,
pague un canon que contribuya a asegurar esa suculenta pensión, así como a
colar en los bautizos algún fisgón que anote las canciones que pone el camarero
de turno para distraer a los comensales.
En
este país de contrastes se bendice que una sociedad, cuya materia prima son las
propiedades intelectuales, pague a sus directivos semejantes sueldos, que
algunos no consideran suficientes ya que han sido detenidos por “codicia delictiva”,
mientras cualquier adolescente tiene que emplear su paga semanal (a veces
mensual) para comprar el CD de su cantante favorito en la gran superficie que
corresponda.
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