Lo ocurrido el día 15 de junio de 2011 en Barcelona
con los parlamentarios catalanes me produce un sabor agridulce. El lado amargo
es la violencia empleada, así como la humillación y vejación a que algunos políticos
fueron sometidos, algo inadmisible ya que atenta al más elemental sentido de la
dignidad humana. El lado dulce es ver que, aunque sólo haya sido un conato de
motín esporádico, los políticos hayan vivido en sus carnes la realidad de degradación
humana y económica que vive ese pueblo a quien ellos más que representar dicen
representar.
El problema de los políticos en España,
como en tantos otros sitios, es que han acabado convirtiéndose en una casta que
vive al margen de la realidad. Utilizando la palabra “democracia”, con que se
les llena la boca, piensan que tienen barra libre para detentar el poder, la
ley y el orden. ¿Democracia? ¿Queremos democracia? ¡Por supuesto…! pero no
tiene por qué ser ésta, que unos cuantos han amañado a su acomodo y utilizan
para perseverar en su mundo de privilegios.
Lo sucedido este día es grave, pero no por
el hecho en sí, sino por lo que representa. Dos mundos juntos pero que viven separados.
Los políticos que viven al margen en su burbuja protegida y el pueblo llano que
padece a diario la herida de la crisis económica.
Ahora cada uno a lo suyo, mientras se intenta
entender qué ha sucedido y cómo evitar que vuelva a ocurrir. Los políticos harán
sus declaraciones institucionales, que quedan tan monas y tan dentro de la ley,
y el parado a esperar que le desahucien del piso para después hacer cola en el
comedor social de Cáritas.
Vivimos en los extremos, unos pocos, tanto
y unos muchos, tan poco.
La política en España ha llegado a términos
deplorables, donde los especialistas de turno han montado un mecanismo para
detentar el poder, basándose en un sistema democrático que chirria allí por
donde lo mires. La razón que esgrimen los políticos es que ellos representan al
pueblo porque ha habido elecciones y los han votado.
1)
El pueblo ahora no es libre de votar a sus parlamentarios, sólo puede votar a
los partidos y éstos se encargan de repartir los cargos según sus intereses, que
nada tienen con los del votante. Esos mismo partidos que detentan los medios de
comunicación, para luego vocear la pluralidad democrática.
2)
El voto en blanco no queda reflejado en el parlamento, ya que siempre es copado
al pleno por sus señorías, aunque sólo hayan sido votados por los familiares y amiguetes
y el resto del pueblo los niegue. Lo democrático sería que el voto el blanco
tuviera su reflejo en escaños vacios, pero son tan ambiciosos que se apoltronan
en escaños que no han ganado.
3)
Cualquier político puede llevar a quiebra económica a su pueblo, comunidad o país
sin responsabilidad alguna. Tampoco está obligado a cumplir su programa, ya que
tiene carta libre para su trasnochado derecho de pernada.
4)
Utilizan la política para asegurar su futuro a través de sueldos incontrolados
y pensiones que se otorgan a base de unos privilegios que el resto de los
mortales sólo consigue a base de sangre, sudor y lágrimas.
5)
Algunos parlamentarios, en un mercado laboral de parados crónicos, tienen
varios trabajos, por lo que en el Parlamento ni se les ve, aunque su sueldo de
diputado es rigurosamente ingresado en su saneada cuenta corriente. Léase María
Dolores de Cospedal, que hace de todo menos de parlamentaria.
Mientras hay tanta gente que sólo tiene su
trabajo para subsistir y lo pierde todo con él, empezando por esa vivienda que
los especuladores le hicieron pagar a precio de oro, hay políticos eternos,
como José Bono que después de años y años politiqueando le puede regalar su
hijo un millón de euros para que se compre el pisito de turno. Y para colmo va
de católico, pero de esos que entienden que la caridad bien entendida empieza
por uno mismo.
La inmensa mayoría de esos “indignados”,
que llevaron el caos a la legalidad detentada a través de las urnas, no han
votado una constitución que les controla sus derechos y sus obligaciones, una constitución
que nadie toca porque los que pueden hacerlo no quieren cambiar aquello que
funciona… para ellos.
Baste un ejemplo de indignidad constitucional,
apoyada por la legalidad de todos esos que usan una democracia de quita y pon.
En un mundo de igualdad y justicia una mujer es negada para acceder al trono de
España, sólo por ser mujer. Todos esos demócratas de perorata locuaz y fácil mantienen
la injusticia de otorgar derechos al hombre sólo por ser hombre. A esto hay que
añadir esta monarquía “colada” por la puerta de atrás y que nadie se atreve a
consultar “democraticamente” si es lo que las nuevas generaciones desean.
Así íbamos. No se sabe cómo vamos. Se puede
intuir como iremos. Ante la injusticia social y el “ninguneo” de sus políticos,
los desheredados de la tierra tienen derecho a gritar… a empujar… a acosar…,
eso sí, sin escupir.
La casta que nos gobierna es demasiado
torpe y está demasiado aburguesada para arreglar esto, por lo que sólo recurrirá a
la violencia física para reprimir a los “indignados”, ya que parece ser que en
democracia hay una violencia que sí es legal, la del aparato del estado.